Miles de sevillanos protestan ante el Ayuntamiento para que remolquen el iceberg gigante hasta Triana

La grieta que mantenía unido a este inmenso bloque de hielo de 200 kilómetros, llamado Larsen 4 (Betis 2), ha dado de sí. Desde ayer el ABESÉ y otros panfletos vociferan un posible fin del mundo o similar con la entrada al océano abierto de un inmenso témpano más grande que Barcelona, 4 veces más grande que Ciudad de México, del tamaño de al menos 10 Madriles o de 30 Sevillas con sus Alajarafes.

«Esto es un desperdicio, hombre, por favó… Aquí llegaba esta mañana la gente rezando el rosario para que el superisebé les entrara por Sanlúcar, pero yo cogí, me traje a mis colegas del gremio y les quitamos tos los fetiches y los muñecos pa que se dejaran de chuminás…» Señala Calorina Lorenzo, presidenta de la Asociación de taxistas sin Aire Acondicionati. «Aqui lo que hay que hasé es protestá muy seriamente pa que el Dédalo, el Juan Sebastián Elcano o su pura madre naveguen hasta donde anda el iceberg, engancharlo y remolcarlo pa Triana, home ya…» Sostiene Lorenzo. «¡Cabrones! qué caló…» Apuntilla la presidenta.

«Con este pedaso de cacho de yelo tendríamos nieve para soportar todo el puto verano y el veranillo del membrillo, también.» Señala por su parte, el alcalde, Espadas Láser, con toda la cara de un pollo de Simago al horno. «Sería cuestión de consensuarlo con otras fuerzas, hacer los proyeto, esperar el informe técnico de impacto ambiental de Doñana, pedirle permiso a Europa y a mamás Merkel y total, cuando vayamos a buscarlo…  el iceberg ya se habrá derretío.» Sentencia el alcalde.

El caso es que el Guadalquivir podría ser la nevera de Sevilla, el refrigerador de la Mariana Villa; con su montañita de hielo sobresaliendo entre las aguas a modo de poloflá gigante y enguachisnao, sus pingüinos de Pichardo y sus yersis en agosto. Y no nos olvidemos del turismo de esquí y nieve. Qué locura…