Descubren que «la Canina» es el esqueleto de un hermano que se quedó frito en un quinario
Científicos del Instituto de la Grasa hispalense han certificado a través del Quimicefa 5 que el ADN de la Canina, es decir, del esqueleto que la conforma, pertenece a uno de sus hermanos más notables, a eso de finales del siglo XVII, Joseliqui «El canijo.» Hasta el momento esta posibilidad se limitaba a una leyenda urbana que contaban los parroquianos de El Rinconcillo con «la tajá de vinagre», pero ahora, gracias a las nuevas tecnología que nos invaden, se ha podido demostrar que Joseliqui el aguador fue dueño de tan reverenciada osamenta.
Según la tradición popular, El Canijo, que venía harto de mollate de Umbrete, se quedó frito a mitad de un quinario solemne en el ángulo ciego de la capilla de San Gregorio. Allí se pasó 7 años profundamente sobado hasta el punto de perder la masa corporal, la vida y las ganas de comer. Fueron los propios hermanos de la cofradía del Santo Entierro lo que encontraron a Joseliqui en la guías, en el chasis que dios le dio, con postura de «me he quedao roque.»
Se supone que en homenaje a su jovial existencia, la hermandad acordó inmortalizar al Joseliqui el aguador subiéndolo al 2º paso del santo Entierro, donde solo se hallaban unas cruces desangeladas con un manto por lo alto. La presencia de la Canina de El Canijo le ha dado lustre, significado y esplendor al paso, convirtiéndose en uno de los más reproducidos en las estampitas del capillismo.
la letra de la saeta del desaparecido, Pepe Peregil: «Hay Canina cuanto te quiero/pero como te hace falta/ un buen caldo del puchero». Pero lo que verdaderamente nos preguntamos desde Sevilla Today es como tendría que haber sido de solemne el quinario para dejar así a la criaturita…
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